Cierta vez, vi a una persona lanzando objetos desde un puente, tras una oscura niebla entre la cual no lograba distinguir nada, la perseguí, no para devolverle el daño, sino para que me explicara sus motivos, pero ésta no se dejó atrapar. Pensé, "el que calla otorga", y le dejé ir sin más, pero ahora veo claro que la ignorancia es mayor motivo de daño y no me gusta dañar, igual que no me gusta rebajarme a niveles que traté anteriormente por debajo de los míos. Quizás deban ponerle rejas al puente. Pero no rejas carcelarias, de las que cercan y no dejan salir o entrar, sino de las que no permiten que los peligros marchen a sus anchas, puesto que hay veces que el miedo no permite la medición, y da paso a ese caos de ideas desordenadas que lo trastoca todo.
Pero para mi, no hay mayor satisfacción que contemplar los vaivenes desde los puentes, sean para bien o para mal, puesto que al final todo se resume en eso, la esencia es un vaivén, y si no se disfruta observándolo, la corriente te acabará llevando. Sube las escaleras de tu puente, y mira, observa, vigila, comprueba todos los detalles que lo rodean, conócelo como a lo que más deseas conocer, y ámalo como a nada en el mundo, porque ese puente puede darte los mejores paisajes, o proporcionarte las caídas más duras.
Y cuando veas que todo está en orden, justo como quieres que esté, acomódate, y detente a mirar el tráfico.
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