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Echas la vista atrás y ves los rayos rojos que traslucen las sábanas en la mañana en la que entonces no sentías nada. Y en las balanzas mentales sopesas alegrías y existencias bajo tardes azules y negras en las que nadie te hablaba y no querías hablar con nadie.

Y nadas entre notas negras y luces disonantes y te embriagas de la pasión líquida que fluye por tu piel resbalando y marchándose. Cierras los ojos y la oscuridad te come.

Donde antes veías belleza.

Guardas silencio.

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